Abre el armario, sí, elige la ropa, no sabe si color claro u
oscuro.
Piensa, no sabe si camisa. …o camiseta.
Color blanco, quizás, piens que con ello pueda parecer mejor persona.
O color negro? No, el negro es triste y, ella no está
triste, ¿no?
Recorre la cortina y mira a través del cristal empañado como
cae la lluvia, pero, piensa que las gotas no tienen demasiada fuerza.
No, no tienen tanta fuerza como para hacerla daño.
Se viste pensativa, no sabe que destino llevará la camisa
blanca y el pantalón oscuro.
Se peina, no piensa, actúa.
Se mira al espejo…y lo ve, ve que ahí está su error. Ve el
reflejo de una mirada que no dice nada.
Ve sus ojeras de no dormir, sí, piensa, toda la noche dando
vueltas en la cama, maldita resaca.
Pero sabe que no es resaca, lo sabe.
Sabe que, algo no está bien.
Palabras mal sonantes quizás, dichas en una noche equivocada
con un tono de alcohol que no deja ver un nuevo amanecer.
Se va, sale a la calle, se moja, sí, llueve, se olvidó el
paraguas, pero no la duele, la lluvia no tiene fuerza.
Lo ve, ahora sí, lo ve y la lluvia gana fuerza porque ella
se hace más débil.
Se va, se van, a cualquier lugar de cualquier parte que no
conoce.
Camisa blanca piensa mientras mira por la ventana del
copiloto.
Lo reconoce, ha acertado, está guapa.
En cualquier lugar de cualquier parte tras una entonación un
tanto grave y un mal sabor de boca, acaba pasando la tarde sin saber que sigue
lloviendo.
Sí, es verdad, llovía, pero dentro de mi mundo pequeño en
aquel lugar, no…no había reloj, sólo un maldito sonido contínuo que retumbaba
en su cabeza.
Y así, sin más, pasó la tarde lloviendo sin llover pero con
una amarga despedida.
La calle está mojada y, sigue lloviendo.
Se pone el pijama, sí, ya es hora, pijama de seda sin dudar….y
a soñar con un nuevo día….
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