Día agotador se refleja en su cara, agonía del día que parece no acabar.
Sonar el despertador y esperar a que pasen las infinitas horas en una clase agotadora con un ritmo acelerado del bolígrafo azul que parece agotarse también por momentos.
Inconscientemente a las 10 de la mañana mira el reloj que hay delante de ella, riéndose, sabiendo que aún tiene que aguantar unos cientos minutos para volverle a escuchar , de esa manera de mirar inconsciente sale de su boca una pequeña sonrisa porque sabe que en ese preciso momento del descanso del trabajo de él está pensando en ella…inconsciente sentimiento que brota por momentos.
Al llegar a casa quería sentir que el estaba allí, su aroma, su sonrisa que brilla entre los más oscuros pasillos…
Abrió la puerta, sintió estremecer, no había sonrisa, no había calor ni tampoco aroma, solo la oscuridad de unas persianas sin levantar que reflejan el día agotador sin recompensa, pero de repente allí estaba, maldito mal estar, en su sillón helado, allí estaba soledad, la misma que parecía no quería irse nunca de allí pero de repente, sonó el teléfono.
Llamada inesperada en el momento justo con frecuencia cardíaca acelerada después de haber huido de la soledad de solo un brinco de aquel sofá, llamada con destino sorpresa en un sobre de color cereza el mismo sobre que paso por debajo de la puerta mientras ella compartía sofá con soledad sin saber que el mejor de los sentimientos estaba tan cerca…
Colgar el teléfono y sonreir, zumito de vida para un momento dulce con el sobre de la mano y la imagen más preciada reflejada en unas sonrisas de otra noche más.
Cuando volvía a acomodarse con soledad y parecía tan satisfactorio el hecho de quedarse con ella…sonó el timbre de la puerta del cielo, aquella que se abre cuando cruzan las miradas.
Esa misma mirada que ofrece un helado de “estrachatela” de una manera tímida y atrevida a la vez, diciendo tantas cosas y nada en un solo momento.
Helado de “estrachatela” en sus labios de fresa con sabor a caramelo que recorre todos los poros de ambas pieles derritiéndose por momentos con competencia por quién lo hace antes, si el helado o él y ella de la manera más sutil…competencia que va estrechándose por momentos y que cuando al final se dan cuenta, las cucharas quedaron derrotadas en el fondo del helado y sus cuerpos pegados para toda una noche de invierno en la calle pero del más cálido verano en aquella habitación. La misma habitación de la misma frase de la imagen reflejada de las sonrisas de otra noche…. De tu noche y la mía.
Sonar el despertador y esperar a que pasen las infinitas horas en una clase agotadora con un ritmo acelerado del bolígrafo azul que parece agotarse también por momentos.
Inconscientemente a las 10 de la mañana mira el reloj que hay delante de ella, riéndose, sabiendo que aún tiene que aguantar unos cientos minutos para volverle a escuchar , de esa manera de mirar inconsciente sale de su boca una pequeña sonrisa porque sabe que en ese preciso momento del descanso del trabajo de él está pensando en ella…inconsciente sentimiento que brota por momentos.
Al llegar a casa quería sentir que el estaba allí, su aroma, su sonrisa que brilla entre los más oscuros pasillos…
Abrió la puerta, sintió estremecer, no había sonrisa, no había calor ni tampoco aroma, solo la oscuridad de unas persianas sin levantar que reflejan el día agotador sin recompensa, pero de repente allí estaba, maldito mal estar, en su sillón helado, allí estaba soledad, la misma que parecía no quería irse nunca de allí pero de repente, sonó el teléfono.
Llamada inesperada en el momento justo con frecuencia cardíaca acelerada después de haber huido de la soledad de solo un brinco de aquel sofá, llamada con destino sorpresa en un sobre de color cereza el mismo sobre que paso por debajo de la puerta mientras ella compartía sofá con soledad sin saber que el mejor de los sentimientos estaba tan cerca…
Colgar el teléfono y sonreir, zumito de vida para un momento dulce con el sobre de la mano y la imagen más preciada reflejada en unas sonrisas de otra noche más.
Cuando volvía a acomodarse con soledad y parecía tan satisfactorio el hecho de quedarse con ella…sonó el timbre de la puerta del cielo, aquella que se abre cuando cruzan las miradas.
Esa misma mirada que ofrece un helado de “estrachatela” de una manera tímida y atrevida a la vez, diciendo tantas cosas y nada en un solo momento.
Helado de “estrachatela” en sus labios de fresa con sabor a caramelo que recorre todos los poros de ambas pieles derritiéndose por momentos con competencia por quién lo hace antes, si el helado o él y ella de la manera más sutil…competencia que va estrechándose por momentos y que cuando al final se dan cuenta, las cucharas quedaron derrotadas en el fondo del helado y sus cuerpos pegados para toda una noche de invierno en la calle pero del más cálido verano en aquella habitación. La misma habitación de la misma frase de la imagen reflejada de las sonrisas de otra noche…. De tu noche y la mía.
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